jueves, 2 de septiembre de 2010

Recaídas


Siempre pensé que tras dos años cayendo y levantándome, no me volvería a caer. Pensé que había comprendido el funcionamente de ese mecanismo, que las piedras te hacen tropezar y acabas de morros contra el suelo.
Ahora ya caminas por una superficie lisa, me decía a mí misma. Pero al tiempo descubrí que estaba tropezándome a c.i.e.g.a.s, sin darme cuenta. Puede que las piedras no fuesen ni tan grandes ni tan afiladas, pero allí estaban.
Entonces, me pregunté, ¿por qué tienes que intentar saltarlas? ¿y si se trata de caer y aprender con la caída?
Y así continué andando, sin tener en cuenta la meta al final del camino, solo disfrutando de éste.

[Y tú, ¿qué tienes que decir de tu vida hasta este instante?]

(Siento mucho haber estado taaaan desaparecida, ha sido un verano intenso, en el que he querido hacer todo lo que he podido hasta que se me ha agotado el tiempo.
Además, me mudo de ciudad y, madre mía, quien iba a decirme a mí la de cajas y cajas que acabas empaquetando cuando te vas de casa... ¡Cuantos años acumulando cosas! y después, todos los viajes para llevarlas hasta la nueva ciudad.
Y vuestro verano, ¿cómo ha sido? ¿dónde habéis estado? :) espero que os haya ido genial.
Gracias por haber continuado pasando por el blog y preguntando por mi paradero, me ha hecho muchísima ilusión)

martes, 25 de mayo de 2010

No se vive solo de ilusiones.



Intenta derribar sus fronteras, te estará esperando sentada al otro lado. No hay prisas, tómate tu tiempo, saborea piedra a piedra.
Peca de soberbia y se acontenta pensando que ésta vez ella es más f.u.e.r.t.e. No vas a conseguir hacerla caer, no puedes. Ya no tienes esa fuerza sobre ella, así que no pierdas el tiempo.
Intenta escalar su muro, vas a resbalarte una y otra vez, no hay salientes en las que puedas agarrarte.
Llora, no vas a hacer que parpadee.
No te arrodilles ante ella ni supliques, aprovechará para paladear tus desgracias.

[Porque la vida ha sido mala y ella solo está adaptándose]

miércoles, 19 de mayo de 2010

Bailemos


Nuestras respiraciones subiendo y bajando
como en una escala musical.
Tus manos arrancándole notas a mi piel con cada caricia,
melodías que se escapan de mis labios cada vez
que susurras contra mi cuello.
Gemidos que se pierden entre las sábanas y risitas nerviosas y juguetonas.
Miradas que tararean verdades que solo nosotros conocemos.

¿Quién necesita palabras cuando estamos envueltos de tanto sonido?
[hagamos m.ú.s.i.c.a]

miércoles, 12 de mayo de 2010

Mis más y menos



Quiero que abras la caja de Pandora que escondí en el fondo de mi pecho y que rebusques en su interior. Atraviesa la cerca de espino que la rodea y dale dos vueltas de llave.
Descúbrela y asómate poco a poco, deja que los secretos se abran paso a ti, empápate de ellos.
Quiero que conozcas mis mayores misterios, mis verdades más oscuras.
Déjame que te lo muestre todo, que sople el polvo que se ha acumulado sobre mi pasado. Necesito que sepas que soy humana, que hago daño, que tengo mal humor, que me enfado y me pongo caprichosa. Quiero que sepas que he hecho cosas crueles, y que de muchas no me arrepiento.
Mírame así, tal y como soy, con todos mis defectos y las cualidades que encuentres.
Quiero que me quieras, pero que lo hagas así, conociendo mis s.o.m.b.r.a.s.
Y si al final, decides quedarte con la mezcla que me forma, puedes guardar la llave, ya no voy a quererla.

[Pregunta, pregunta.]


lunes, 10 de mayo de 2010

El principio del camino


Me gustan muchísimo los pequeños detalles. No puedo evitar recordarlos una y otra vez cuando no estás a mi lado.
Son esas pocas noches a la semana en las que no puedo dormir porque estás a cien kilómetros de aquí y la cama me parece demasiado grande y fría, entonces, rememoro cada uno de esos pequeños detalles y la opresión que me palpita en el pecho por echarte de menos parece volverse más ligera.
Me encanta, sobretodo, recordar tu risa. Todas las veces que intentas contarme algo que te ha pasado y, antes de que hayas logrado decir diez palabras, ya te estás riendo a carcajadas, empiezas a decirme "espera, espera" y vuelves a empezar la historia, pero de nuevo no eres capaz ni de llegar a la mitad. Y puede que tardes un buen rato en contármelo entero, pero a los dos minutos yo ya me estoy riendo, porque es inevitable que no me contagie cuando te escucho reír con esa felicidad.
Te n.e.c.e.s.i.t.o tanto. Que me abraces por la espalda, que note tu respiración en mi oreja, que me acaricies el pelo de la forma en la que tanto me gusta.
Quiero besarte ese hoyuelo que me encanta, y perderme en tus ojos que un día son de un color y al siguiente de otro.

[Y ya han pasado seis meses desde que nos caímos en esta locura, pero sólo es el principio.]

Pregunta, que yo te respondo.


lunes, 3 de mayo de 2010

Quiérete


Se me humedecen los ojos cada vez que escucho cómo hablas de ti misma. Se me mezcla la rabia, el odio y el desaliento.
No te imaginas lo que es verte con esa expresión grabada en el rostro y que no nos dejes tenderte una mano. ¿Es que no te quieres ni siquiera un poco? Me entran ganas de gritarte muy fuerte cada vez que dices que nadie más te querría, nadie a parte de él.
¿De verdad piensas que él te quiere? ¿Crees que cada vez que te chilla te lo está demostrando? ¿Que esas marcas que rodean tus brazos son muestras de su amor?
Y por favor, no me digas que es tu culpa, que tú le provocas, que si no fueses celosa, o preguntona, no sucedería. No quiero ni oirte decir algo así.
¿Quieres ésta vida? Esto solo es el principio de un espiral demasiado oscuro, y ya te está absorbiendo. Vas a vivir anulada, temiendo que cualquier palabra tuya pueda desatar una guerra. Tú siempre has querido tener hijos, ¿también quieres esta vida para ellos?
¿Quieres que tu historia acabe un mediodía en algún telenoticias que te dedique tres minutos?
Tienes toda una vida por delante, tienes que vivirla, reírte muy fuerte cada vez que te apetezca hacerlo, y no tener miedo. Nunca debes tener miedo.
Ahora estás asustada, pero vamos a darle portazo a esas sombras que te acechan, no vamos a permitir que vuelvan a acercarse a ti. Si te has quedado sin voz, nosotros gitaremos por ti hasta que la recuperes.
Vamos a agarrarte muy fuerte, aunque no quieras, no vamos a soltarte. Tocaremos fondo, y volveremos a salir a flote, nadie va a dejar que te ahogues. Nosotos te queremos, pero ahora también debes aprender a quererte tú.


lunes, 19 de abril de 2010

Ganando batallas





- Algún día vas a arrepentirte de sacarme la lengua. - me miras serio e intentas sonar amenazador, pero en tus ojos brilla la risa.
- Oh, ¿sí? ¿Y qué piensas hacerme? - me río y te vuelvo a sacar la lengua, como si tuviese cinco años, me quedo así varios segundos, desafiándote.
- Te la voy a m.o.r.d.e.r.
- ¿A morder? ¡No, por favor, qué cruel! - resoplas, porque te hablo en ese tonillo sarcástico que tan poco te gusta. Pero a mí me encanta hacerte rabiar, y sé que tú también disfrutas haciéndome enfadar.
En dos pasos largos has llegado hasta a mí y me he quedado acorralada entre tu pecho y la pared. Noto el frío de las baldosas pegado a la piel de mis brazos, y tenerte tan cerca me provoca escalofríos. ¿Tienes idea del caos que estás desatando en mi interior?
- Yo ya te he avisado, luego no quiero quejas. - sonríes a escasos centímetros de mi boca, con esos labios que me parecen tan tremendamente apetecibles.
- ¿Te estás echando para atrás, valiente?
Tu risa vibra en mis labios, y sigues allí, cerca de mí pero aún demasiado lejos. Tiemblo tanto que estoy segura de que los vecinos pueden notarlo. Pegas tu boca a la mía y se me escapa un suspiro. Y nos aventuramos en esa batalla de besos en la que los dos ganamos.


[si vas a morderme así,
hazlo s.i.e.m.p.r.e que quieras]

jueves, 15 de abril de 2010

Como si fuera ayer.


Te llevo cosido al alma. Te has abierto camino, puntada a puntada.
Recuerdo perfectamente la primera vez que hablamos, viniste a pedirme fuego, te ofrecí mi propio cigarro como encendedor. Tú, con el pitillo entre los labios, mientras yo aguantaba el mío contra el tuyo. Clavabas tu mirada en la mía, como si quisieras derretirme, y me estabas poniendo tan nerviosa que el pulso empezó a temblarme. No había quien encendiese aquel cigarro. Tú te reías mientras mi mano iba bajando más y más, y casi acabaste de rodillas en el suelo. Nuestros amigos nos miraban, divertidos. Yo no lo encontraba gracioso. Al final, logramos encenderlo, y hablamos un rato, entre calada y calada.
No te imaginas lo ansiosa que estuve durante aquella semana, ni la opresión que se me instaló en el pecho cuando volví a verte, bajo las luces parpadeantes de la discoteca. Ya sé que no lo demostré, y que hasta puede que fuese un poco ruda contigo, pero temía que en cualquier momento se me escapase que llevaba días s.o.ñ.a.n.d.o con volverte a ver. ¿Qué esperabas? Estaba segura de que me tacharías de loca, ni siquiera sabía tu nombre.
Y ahora, cinco meses después, te has convertido en alguien tan importante para mí que ya no imagino una rutina en la que tú no estés. Si alguien me hubiese dicho que esto iba a pasarme, me hubiese estado riendo durante días.
A veces creo que podría reconocerte en cualquier parte, que podrían pasar doscientos años y nosotros nos encontraríamos de nuevo. Puede que tú no tuvieses ese pelo rubio en el que me gusta enterrar los dedos, ni esa sonrisa con hoyuelo incluído, pero estoy segura de que tan solo me haría falta m.i.r.a.r.t.e a los ojos para saber que eres tú. Que te tengo tatuado en cada resquicio de mi ser.

[solo tú me arrancas sonrisas tan grandes]



lunes, 12 de abril de 2010

Dejemos de querernos con estrategias



Deberíamos ponerle un punto y final a esta historia, ¿no crees? Dejar de perder el tiempo y centrarnos en una verdad que está a punto de estallarnos en la cara.
Los sentimientos se rompen, se desgastan, afrontémoslo. Puedes creer que soy una cobarde porque ya no tengo ganas de luchar, pero no es así, es que simplemente no quiero seguir inviertiendo fuerzas que me roban el aliento en una batalla que ya hemos perdido. No quiero seguir luchando tan solo para ponerle un parche a un afecto que ya está marchito. ¿Quieres remendarlo y crear un triste reflejo de lo que fue? Yo no. No puedo soportar la idea de que ambas usemos todas nuestras armas y que al final tan solo acabemos odiándonos.
Dejémoslo así, ahora que aún somos capaces de sonreírnos con cariño cuando nos vemos, de recordar con anhelo todas las aventuras que vivimos, la a.m.i.s.t.a.d que nos unió. No quiero que llegue el día en que tenga que girar la cara porque me duela mirarte.
Sé que es egoista por mi parte decir que te quiero después de todo esto, pero es así. Y prefiero no arriesgarme a tirar por la borda lo poco que nos queda. Las dos sabemos que no podemos formar un presente debido al pasado, pero no quiero apostar contra el futuro.
Quiero abrazarte una vez más sin pensar que puede que sea la última.

[dejemos que las cosas se muevan
sin obligarlas a caminar]

martes, 6 de abril de 2010

Palpita



Y cuando vuelvo a tenerte, el tiempo se calla. Pero entonces pasa demasiado rápido.
Te has metido bajo mi piel y campas a tus anchas, dejando tu huella por allá por donde pasas. Y ahora ni si quiera puedo dormir cuando no es contigo, sin tu brazo rodeando mi cintura, y sin el sonido de tu corazón palpitando debajo de mí.
¿Cómo describir estos días contigo? Creo que aún estoy allí, sentada en la arena, apoyada en tu pecho mientras tú susurras cosas en mi oído que hacen que se me acelere el pulso. Tú y yo, con las olas intentando llegar hasta nostros, con la luna observando nuestros movimientos.
¿A caso podía pedir unas vacaciones mejores? Playa, sol y tú. Sobretodo tú. Acostarme cada noche a tu lado, comerte a besos hasta que las sábanas dejan de estar frías.

[creas a.d.i.c.c.i.ó.n]

domingo, 28 de marzo de 2010

Cállate, t i e m p o.



Odio los Domingos. Sí, definitivamente los odio.
¿Es que nadie va a hacer callar al madito reloj? ¿Nadie va a detener el tiempo, aunque solo sea un ratito más? Seguro que crees que estoy exagerando, pero casi me siento como una condenada con la soga al cuello. No te rías, ya te he dicho que quizás exageraba. Pero te aseguro que la opresión que se va formando en mi pecho cada vez que pasan los minutos es muy real.
No quiero que te vayas, no quiero tener que esperar hasta el Jueves para volver a verte, aunque tú me intentes animar diciéndome que hablamos cada día. No es lo mismo, no me despertarás por las mañanas haciéndome cosquillas, ni sonreiré por el mero hecho de que tú sonríes.
Es que simplemente no puedo explicar con palabras lo que siento cuando sé que me estás mirando, aunque yo no te vea. Y me giro y sí, me miras. Podemos estar cada uno en una punta de la sala, rodeados de gente, pero si clavas tu mirada en la mía con esa intensidad, se me olvida todo. Simplemente tú me hechizas y lo demás se difumina.
Y me das el último beso hasta que nos volvamos a ver, ese que tiene un gusto un tanto agridulce. Y bebo de el con ansia, porque vas a m.a.t.a.r.m.e de sed hasta el próximo.

[y ya me ves, haciendo una cuenta atrás con las horas.]

jueves, 25 de marzo de 2010

F r a c a s o s


"Me voy, seguramente no vendré a dormir."
Esta es la frase más larga que te he dirigido en toda la semana, y ni siquiera te la estoy diciendo frente a frente. La despedida queda escrita en un post-it naranja que pego en el espejo de tu habitación. Quizás seas consciente de mi nota si te ves reflejada en ella.
Nos mostramos esta actitud educada y distante, como si solo fuésemos desconocidos que comparten un extraño lazo familiar. Casualidades del destino.
Se suponía que tú tenías que ser la persona que más velase por mí. La que me apoyase por encima de todo. ¿Entonces, por qué me muestras un fracaso tras otro? ¿Por qué todo son decepciones? Y lo peor de todo, ¿por qué siento que ya no me importa? Es como si me hubiese vuelto insensible a tu indiferencia premeditada, ya no me duele, me he acostumbrado tanto a que me acabes decepcionado que, cuando lo vuelves a hacer, es algo que ya no me sorprende. Solo algo que añadir a la lista.
¿No he cumplido tus expectativas? Lo siento, me enfrasqué en cumplir las mías.
Y mientras pienso en esto, caminando con rapidez (para dejar atrás el desaliento), no puedo evitar juguetear con el móvil, tocándolo sin sacarlo del bolsillo. En el fondo, tengo esa esperanza infantil de que llames para saber dónde estoy. No hay suerte, pero he sido sincera al decirte que ya no me sorprende.

[Y va llegando mi hora de r.e.g.r.e.s.a.r de Nunca Jamás.]

lunes, 22 de marzo de 2010

Los recuerdos no se o l v i d a n de ti


Recuerdo el día en el que me juré que aquella era la última vez que iba a pensar en ti. Gracioso, ¿verdad? Porque aquí estoy, pensando en ese día y recordándote en el proceso.
Puede que sea porque hace ya dos años – cómo pasa el tiempo – que decidimos que era mejor continuar nuestros caminos por separado. Muy lejos el uno del otro.
Es extraño pensar en ti, verte cuando es inevitable que lo haga, y saludarte con un hola distante y frío. Como si nunca hubiésemos confiado el uno en el otro de la forma en la cual lo hicimos tú y yo.
Pero no puedo evitarlo, no encuentro por ningún lado todo ese amor que te tuve una vez, creo que simplemente se ha esmufado, o que solo fue una ilusión en la que quise creer ciegamente.
Tú fuiste un gran apoyo, lo sabes, y es algo que siempre voy a agradecerte. Fuiste como la luz que emergió de entre las brumas en el peor momento de mi vida, y puede que por eso me aferrase a ti tan fuertemente. Como ya te he dicho (y perdona que me repita), me cegué.
Luego entramos en ese espiral que se me empezó a escurrir entre los dedos. Seguramente, lo nuestro estaba destinado al fracaso desde un principio, pues bien sabías que cuando yo estaba contigo no podía olvidarme de que tú eras quien me había sacado del pozo, como si hubiese una conexión enfermiza entre la persona que más bien me hacía y el peor episodio de mi historia. Y el día en el que tú no confiaste en mí, fue el desencadenante del final, y así me fuí, casi sin decir adiós y apartando las ganas de llorar. Hoy pienso que tan solo eran lágrimas de cocodrilo que escondían mis ansias por huír, por aprovechar aquella excusa que aparecía ante mí y salir de escena antes de que aquella nube de sentimientos acabase por hacerme explotar.
Y ese día, en el que me obligué a olvidarte. Con los restos del frío como única compañía, me saqué la pulsera de hierro que tú habías puesto en mi muñeca. Cuando el tacto de ésta se alejó de mi piel sentí como si hubiese liberado alguna extraña opresión que hacía eco en mi cabeza y, sin ni siquiera pararme a pensar en lo que hacía, arrojé la pulsera al río, viendo cómo caía salpicando levemente y haciendo un plop al impactar contra el agua.
Sí, lo sé, es absurdo. ¿Pero, a caso nuestra extraña historia no merecía un final así de dramático? Yo creí fervientemente que el peso de los recuerdos también se hundiría hasta el fondo del agua. ¡Qué i.n.
g.e.n.u.a!

jueves, 18 de marzo de 2010

Simplemente, no p u e d e s.



No puedes entregármelo todo para luego irte.
No voy a dejar que te vayas así, de repente,
cuando mi corazón se ha acostumbrado a latir
después de escuchar el tic-tac del tuyo.
No esperes que pueda habituarme a caminar
sin tu pulgar acariciando la palma de mi mano.
Ni a que vuelvan a ser mis brazos los que estrechen
mi cuerpo entre las calles frías.
No me lo quites de un tirón.
Estos sentimientos son míos. No puedes arrebatármelos.
Simplemente, no puedes.
Así que, por favor, deja que me pierda en tus ojos una última vez.
No podría soportar una marcha r.e.p.e.n.t.i.n.a.

sábado, 13 de marzo de 2010

En mis p r o f u n d i d a d e s


Deja que me esconda entre tus brazos, no preguntes, solamente necesito cubrir mi rostro contra tu pecho durante un rato. Abrázame y deja que las caricias se pierdan en mi espalda.
No, de verdad, no preguntes, no aún. Primero necesito aturdime con tu olor, con esa mezcla de champú y colonia que tanto me gusta. Que tu calor se vuelva el mío y me aleje de este frío que me está paralizando. Que tus labios se apoyen en mi coronilla y me susurren tan bajito que me pierda la mitad de las palabras.
Solo necesito ser yo misma durante un minuto, mostrarte todas mis dudas, toda mi vulnerabilidad y, sobretodo, mostrarte el m.i.e.d.o que me da mostrártelo todo.

lunes, 8 de marzo de 2010

No lo digas


Se acurruca buscando el calor de su propio cuerpo. No lo encuentra, es como respirar bocanadas de aire helado. Le rompen los huesos, las esquirlas se le clavan en la piel, profundas. Se apoya contra la pared y se deja caer, los pies ya no le aguantan el peso que lleva sobre los hombros. El yeso desconchado del tabique le araña la espalda, pero ella no lo nota, hace años que le dijo a su piel que se volviese de acero. Ella es un caparazón, la armadura de una sombra que se desintegra con el paso de los días.
La maldita voz de su conciencia no se calla, sigue allí dentro, en su cabeza, recordándole la misma frase montones de veces.
No sirves para n.a.da.

No sirves para n.a.d.a.

No sirves para n.a.d.a.

Adopta diferentes tonos, diferentes caras, pero las palabras siguen martilleando con fuerza en su interior, hacen eco dentro de la armadura, rebotan y se repiten sin descanso. No hay silencio para ella.
Se lleva ambas manos a las orejas y aprieta muy fuerte, entonces, grita. G.r.i.t.a expulsando todo el aire que le oprime el pecho, dejando que el sonido ascienda por toda la habitación.
Y sigue siendo tan crédula que de verdad piensa que tapándose los oídos y gritando tan fuerte, va a conseguir ahogar sus pensamientos.

[entonces, es cuando quieres volar y te a.r.r.a.n.c.a.n las alas]

jueves, 4 de marzo de 2010

R e a l i d a d


Hace días que noto que todo es diferente. No sé si mejor o peor, tan solo distinto.
Me llamas y puedo pasar horas – tan largas como segundos – mirando el techo, mientras la cadencia de tu voz me susurra al oído. Y a veces nos quedamos en silencio, y me gusta escuchar cómo respiras, me siento acompañada, como si estuvieses junto a mí, a mi lado en la cama.
En realidad sé que estás lejos, y que aún faltan tres interminables días para que nos volvamos a ver.
Es tan extraño, porque mientras una parte de mí se desespera ante las setenta y dos horas más largas jamás vividas, la otra se detiene y piensa en lo que está pasando. "¿Te reconoces a ti misma?" me susurra. Y no, no lo hago. Me asusta un poco depender así de alguien, anhelarte tanto, pero no puedo evitarlo.
Entonces pasan esas horas eternas, te veo y me saludas con un abrazo. Me das un beso en la coronilla y una exótica espiral de emociones se retuerce en mi interior. Nunca antes habías hecho eso, es más, nunca antes ningún chico había hecho eso. Eres el primero en hacerlo. Y parece un detalle raro, insignificante, como si fuese tan solo un simple beso más que se suma a la larga lista de los que ya me has dado, pero a mí me sabe distinto.


[Y entonces entiendo que lo que ha c.a.m.b.i.a.d.o somos tú y yo.]

lunes, 1 de marzo de 2010

Distancias que se acortan



Escapo. Porque soy cobarde, porque no me atrevo.
Agacho la mirada y te regalo una victoria muda. Tú ganaste.
Me alejo. Porque tengo miedo, porque me asusta bordear el camino.
Y ríete de mi miseria. Pisotea mis ruinas. Saborea tu premio.
Huyo a kilómetros de ti. Mantengo la distancia que me pide mi c.o.r.d.u.r.a.
Y me miro en el espejo, y el reflejo me devuelve una mirada que empaña la sonrisa de mis ojos.
Entonces, me doy cuenta de mis errores.
Seguiré corriendo. Guiaré mis pasos en tu dirección contraria.
Pero jamás me avisaste de que no podría escapar de mí misma.
Por eso, huyo a kilómetros de mí. Aunque lejos es demasiado cerca.

viernes, 26 de febrero de 2010

P i e z a s


Tú crees que estoy mirando a través de la ventana. Otra vez perdida en mi mundo, dices. Pero no sabes lo equivocado que estás, ni siquiera imaginas que realmente estoy mirando tu reflejo, a mi espalda, en el cristal. Te observo desenfocado mientras tecleas rápidamente en el ordenador, resoplando porque tienes que hacer papeleo en tu fin de semana. Me río recordándote que tu fin de semana siempre dura cuatro días.
Resoplas más alto y te levantas, perdiéndote de mi vista y obligándome a que por primera vez me fije en las calles. No hay nadie, es un mediodía de domingo helado y solitario.
Oigo tu voz a lo lejos, me dices que tengo todas mis cosas esparcidas por el baño. Bueno, puede que en eso tengas razón – aunque exageres –, puede que al salir de la ducha se me hayan olvidado un par de cosas por allí, como el peine y mi spray para desenredar. Es mi turno de resoplar y de murmurar bajito que eres un quejica.
Me acerco hacia el baño para recoger mi ordenado caos, pero antes de que pueda hacer nada, me abrazas por la espalda, colocando tus manos sobre mis muñecas, como si acabaras de esposarme. Veo nuestro reflejo sobre el espejo del baño y me estremezco.
- Si quieres, puedes dejar tus cosas aquí para cuando vuelvas, así no tienes que traerlas siempre. - Me susurras flojito, apoyando tus labios sobre el lóbulo de mi oreja. Y me estremezco más.
- ¿Quién te ha dicho que voy a volver? - Te susurro de vuelta y me río.
Me miras mal, en broma, pero luego sonríes y haces que me de la vuelta. Me pierdo en tus l.a.b.i.o.s.
Y no dices nada más, porque yo no he cogido mis cosas y allí se quedan, esperando a que nos volvamos a ver.

[que me e.n.c.a.n.t.a.s]


martes, 23 de febrero de 2010

Reencuentros



Me llamas y me dices que quieres verme. Me pierdo un segundo – que parece eterno – en mis recuerdos. En los diecisiete años que hemos compartido y los dos que llevamos sin vernos. Escogemos lugar, día y hora.
Y allí estoy yo, cinco días después, apoyada contra la pared del bar y encogiéndome dentro del abrigo para que el frío no me consuma. Miro el reloj y veo que casi pasan diez minutos de la hora acordada, y por un momento me pregunto si no te habrás olvidado de mí. En ese instante te veo, corres por el paso de peatones mientras te acercas a mí y empiezas a disculparte, porque te han entretenido en el trabajo.
No has cambiado nada, estás como siempre, y eso hace que me vuelva a sentir muy niña. Que mi mente vuele lejos, hacia tardes de verano que queríamos que fuesen interminables, hasta las confesiones del primer beso y hacia todos aquellos momentos que hemos compartido.
Entramos y escogemos una mesa algo alejada, porque queremos tranquilidad para poder hablar de todo y de nada. Nos contamos cómo nos va; los avances.
Se instala un pequeño silencio, empiezo a sentirme un poco incómoda y a preguntarme si de verdad las cosas pueden ser como antes. Y justo cuando estoy perdida en este pensamiento, te das cuenta de que la camarera ni siquiera nos ha visto, y te levantas para ir a pedir a la barra. Te pido una coca-cola.
- Sin limón, ¿verdad?
Algo me golpea el pecho y tengo que parpadear fuerte para que no notes que la pregunta me ha calado. Asiento y tú te alejas. Y entonces me doy cuenta de que venir no ha sido un error.
Porque, quizás a muchas personas les parecería una tontería, pero a mí me emociona que aunque hayamos pasado setencientos días sin vernos, tú sigas recordando detalles tan i.n.
t.r.a.s.c.e.n.d.e.n.t.e.s como que no soporto beber coca-cola con limón.




martes, 9 de febrero de 2010


He llegado a ese momento de mi vida en el que me encuentro en una encrucijada. No puedo pasar más tiempo saltando el muro; necesito derrumbarlo.
No sé de dónde sacar la fuerza - y ni siquiera creo tenerla - sólo estoy segura de que tengo que encontrar la forma de conseguirlo.
Me he quedado anclada en un pasado que nunca se aleja, y la vida sigue pasando, pero yo no logro avanzar con ella.
Tengo que hacer un esfuerzo y alejarme del fondo del pozo, porque aunque esté decorado para que me resulte acogedor, no es más que un refugio temporal que ya se ha alargado demasiado.
He dado media vuelta sobre mí misma, dejando lo que vendrá a mis espaldas, y clavando los ojos en todos aquellos recuerdos.
Y a veces me pregunto cómo sería volver a encontrarte ahora, me imagino la escena en mi cabeza, como si realmente estuviese sucediendo.
Te cogería de la mano, fuerte, muy fuerte, y te miraría a los ojos. “¿Eres feliz?” Porque de verdad necesito saberlo.
“¿Te dejé caer, o soltaste mi mano para saltar?”
Y entonces, sólo entonces, creo que sería capaz de dejar que todo este peso se diluyese, porque tú siempre fuiste la ú.n.i.c.a que supo ver mis lágrimas antes de que cayesen.

jueves, 4 de febrero de 2010


Puede que fueras demasiado mágico para un mundo tan humano.
23 días de vida y una eternidad de recuerdos.

[Siempre estarás en las estrellas, chiquitín]



miércoles, 27 de enero de 2010



Los rayos del sol acarician su piel, se cuelan, esquivos, por la cortina.
Las brumas del sueño pegadas aún en sus pestañas.
Ella, sin abrir los ojos, gira sobre sí misma, sintiendo el cosquilleo
de las sábanas enredándose en sus rodillas.
Y todo su alrededor huele a él. La abruma, la envuelve. Le hincha el corazón.
Huele a miradas silenciosas, a besos furtivos y a risas cómplices.
A él dibujando sinsentidos con el dedo índice sobre su espalda.
Y el roce casi fugaz de unos labios sobre su sien.
"¿Ya despertaste, bonita?"
Sonríe, porque cuando oye su voz no puede evitar el movimiento de sus labios.
Ella querría responder, pero no puede.
Sólo es capaz de acurrucarse más contra él, escondiendo su cabeza contra su cuello.
Sintiéndose segura entre los brazos que la rodean.
Le gustan los días junto a él porque puede detener el incansable tic-tac del reloj.

Y es que esto es tan simple, que ella va a sonreír hasta dónde les lleve el tiempo.
  • [Nunca me contaste que las noches podían tener tanta m.a.g.i.a]

lunes, 18 de enero de 2010

Oportunidades que se ven l.e.j.a.n.a.s



A veces, la vida nos da un golpe tan fuerte que hace que nos hundamos en un oscuro pozo.
Salir de ese pozo es imposible, no hay forma de hacerlo, pero siempre podemos matizar los contornos de éste, ofrecerle un poco de luz que nos señale aquella salida que nunca podremos usar.
Puede que sea un poco cruel, sí, ver como tenemos una escapatoria a pocos metros, pero por mucho que estiremos la mano, la salida se queda a pocos céntrimos de la punta de nuestros dedos.
Pero también es cierto que la eterna oscuridad acaba volviéndote ciego, y Adam ofrecía aquella pequeña luz a los que aún no se habían rendido totalmente.

[Y.o estoy buscando mi luz. Y t.ú provocas que tenga que entrecerrar mis ojos para mirarte]

miércoles, 13 de enero de 2010

¿Te conozco?



Hay una gran distinción entre la indiferencia y el odio.
Tú me eres indiferente. Sin s.e.n.t.i.m.i.e.n.t.o.s de por medio.
Te pierdes en mi memoria, en el rincón de recuerdos cubiertos por una capa de polvo. O.l.v.i.d.a.d.o.s.
No eres más que un tropezón, y ni siquiera me has raspado la rodilla.
Y te crees tan increíble que no te das cuenta de que eres otra h.u.e.l.l.a sobre el asfalto aún húmedo. Simplemente, otra capa de cemento te acabará cubriendo.
No hay e.t.e.r.n.i.d.a.d.

viernes, 8 de enero de 2010

Al b.o.r.d.e del precipicio


Cuando se despierta ya no está en su cama, y no tiene ni idea de porqué.
Sólo sabe que es pequeñita, terriblemente p.e.q.u.e.ñ.i.t.a (o puede que su entorno sea demasiado grande) y que está sentada en el borde de una taza. Todo a su alrededor es blanco, una extensión sin fin tan nívea que casi parece una luz cegadora.
Se pone de pie sobre el fino canto de aquella pieza de porcelana y comienza a caminar sobre ella, dando vueltas en aquel círculo una y otra vez. Avanza pasito a pasito, sin prisas, pues sabe que un pequeño descuido puede traer consecuencias de magnitudes inimaginables.
No sabe cuanto tiempo ha pasado, y ni siquiera sabe si en aquel lugar tan extraño existe el tiempo. Continúa caminando sobre el borde de la taza, recorriéndola una y otra vez, aprendiéndose de memoria cuantos pasos tiene aquel contorno.
Se le ocurre mirar hacia abajo, dentro de la taza, y un gran charco de agua en calma le devuelve la mirada. A su derecha, en cambio, no está segura de lo que hay, pues aquel gran a.b.i.s.m.o sin término sigue siendo tan blanco como cuando ha abierto los ojos, y no sabe si habrá un suelo esperando tras su caída, o caerá eternamente.
Se pone nerviosa y sus pies se aceleran, se tambalea, estira los brazos – como si quisiera volar – intentando mantener el e.q.u.i.l.i.b.r.i.o. Pero es en vano. Sus pies se trastabillan y su cuerpo se balancea como el péndulo de un reloj, sabe que va a caer, sabe que sólo tiene dos posibilidades, y ambas le asustan.
Ahora mismo, lo único que tiene claro es que está al b.o.r.d.e del precipicio.